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Ignaz Semmelweis fue un médico de origen húngaro que había estudiado en Viena y comenzado sus prácticas en la especialidad de partos del célebre Hospital General de Viena, donde no tardó en ganarse la confianza del profesor Klein, director de la División Primera de Maternidad del Hospital. En 1846, cuando tenía 28 años, fue nombrado ayudante suyo. Todo parecía sonreírle, salvo una sola y triste cosa: cada mañana del año tenía que informar a su jefe de que habían fallecido cuatro o cinco mujeres, la mayoría recién paridas y sus niños las habían acompañado en el viaje sin retorno.
Ignaz Semmelweis se sentía preocupado, pero el profesor Klein se quitaba el muerto de encima –nunca mejor dicho- aludiendo a la existencia de una mortal enfermedad conocida como fiebre puerperal o fiebre de posparto, tan inevitable como las fases de la Luna. En 1840, hasta 260 de un total de 3157 madres de la División Primera -un 8’2%- murieron de esa enfermedad; en 1845, el índice de muertes era del 6,8% y en 1846 del 11’4%. Estas cifras eran sumamente alarmantes ya que en la adyacente División Segunda de Maternidad, en la que se hallaban instaladas casi tantas mujeres como en la Primera, el porcentaje era mucho más bajo: 2’3, 2’0 y 2’7 en los mismos años.
En sus esfuerzos por resolver este terrible rompecabezas, Semmelweis empezó a examinar varias explicaciones del fenómeno, corrientes en la época.
Fuente; Wikimedia commons |
Una opinión ampliamente aceptada atribuía las olas de fiebre puerperal a “influencias epidémicas” que se describían vagamente como “cambios atmosférico-cósmico-telúricos”, que se extendían por distritos enteros y que producían la fiebre en mujeres que se hallaban de posparto. Pero, argumentaba Semmelweis, ¿cómo podían esas influencias haber infestado durante años la División Primera y haber respetado la Segunda? ¿Cómo podía hacerse compatible esta concepción con el hecho de que mientras la fiebre asolaba el hospital apenas se producía caso alguno en la ciudad de Viena o en sus alrededores? Una epidemia de verdad, como el cólera, no sería tan selectiva.
Según otra opinión, una causa de mortandad en la División Primera era el hacinamiento. Pero Semmelweis señalaba que de hecho el hacinamiento era mayor en la División Segunda, en parte como consecuencia de los esfuerzos desesperados de las pacientes para evitar que las ingresaran en la tristemente célebre División Primera.
Hospital General de Viena. Fuente. Wikipedia |
Según otra opinión, una causa de mortandad en la División Primera era el hacinamiento. Pero Semmelweis señalaba que de hecho el hacinamiento era mayor en la División Segunda, en parte como consecuencia de los esfuerzos desesperados de las pacientes para evitar que las ingresaran en la tristemente célebre División Primera.
En 1846, una comisión designada para investigar el asunto atribuyó la frecuencia de la enfermedad en la División Primera a las lesiones producidas por los reconocimientos poco cuidadosos a que sometían a las pacientes los estudiantes de Medicina, todos los cuales realizaban sus prácticas de obstetricia en esta División. Semmelweis señala para refutar esta opinión que:
(a) las lesiones producidas naturalmente en el parto son mucho mayores que las que pudiera producir un examen poco cuidadoso;
(b) las comadronas que recibían enseñanza en la División Segunda reconocían a sus pacientes de modo análogo, sin producir por ello los mismos efectos;
(c) cuando, respondiendo al informe de la comisión, se redujo el número de estudiantes y se restringió al máximo el reconocimiento de las mujeres por parte de ellos, la mortalidad (tras un leve descenso) alcanzó sus cotas más altas.
(a) las lesiones producidas naturalmente en el parto son mucho mayores que las que pudiera producir un examen poco cuidadoso;
(b) las comadronas que recibían enseñanza en la División Segunda reconocían a sus pacientes de modo análogo, sin producir por ello los mismos efectos;
(c) cuando, respondiendo al informe de la comisión, se redujo el número de estudiantes y se restringió al máximo el reconocimiento de las mujeres por parte de ellos, la mortalidad (tras un leve descenso) alcanzó sus cotas más altas.
Sacerdote con el viático. |
Se observó que las parturientas de la Primera División se recuperaban de espaldas mientras que las de la Segunda División lo hacían en posición lateral. Semmelweis promovió que las de la Primera División modificaran su posición sin obtener resultados apreciables.
Finalmente, en 1847, la casualidad dio a Semmelweis la clave para la solución del problema: Un colega suyo, Kolletschka, recibió una herida penetrante en un dedo, producida por el escalpelo de un estudiante con el que estaba realizando una autopsia, y murió después de una agonía durante la cual mostró los mismos síntomas que habían sido observados en la parturientas. Aunque por esa época no se había descubierto todavía el papel de los microorganismos en ese tipo de infecciones, Semmelweis comprendió que la “materia cadavérica” que el escalpelo del estudiante había introducido en la corriente sanguínea del colega era la causa de su muerte y las semejanzas entre el curso de la dolencia de Kolletschka y el de las mujeres de su hospital le llevaron a la conclusión de que sus pacientes habían muerto por un envenenamiento de la sangre del mismo tipo: él mismo, sus colegas y los estudiantes de Medicina habían sido los portadores de la materia infecciosa ya que solían llegar a las salas inmediatamente después de realizar disecciones en la sala de autopsias y reconocían a las parturientas después de haberse lavado las manos sólo de un modo superficial, conservando éstas a menudo un característico olor a suciedad. Conviene añadir que, a mediados del siglo XIX, los médicos seguían efectuando las operaciones y las disecciones con las manos sin cubrir de forma alguna, llevando la misma ropa de calle (a veces incluso con el sombrero puesto). Algunos usaban unos delantales tiesos a fuerza de coágulos de sangre que era honroso acumular como señal de veteranía y saber hacer.
Semmelweis puso a prueba esta posibilidad. Si la suposición fuera correcta, entonces se podría prevenir la fiebre destruyendo químicamente el material infeccioso adherido a las manos. Dictó una orden por la que se exigía a todos los estudiantes que se lavaran las manos con una disolución de cloruro de calcio antes de reconocer a ninguna enferma. La mortalidad puerperal comenzó a decrecer y en el año 1848 descendió hasta el 1,27% en la División Primera, frente al 1,33% de la Segunda.
Sala del hospital. Fuente: gfor.4t.com |
Pero la historia no siempre nos depara un final feliz:
Ni así se convencieron. Ninguna tradición clínica imponía tan sorprendente medida y esta continuó siendo tan mal vista como antes. Semmelweis no tardó mucho en chocar con su jefe, el profesor Klein. Sus días en el Hospital estaban contados. Los subordinados se lavaban las manos con cloruro de calcio, de mejor o peor gana, y era notorio que descendía el ritmo de defunciones por la llamada fiebre puerperal. Aun así, la obstrucción contra los criterios de Semmelweis era tan acre que el profesor Klein acabó prohibiéndole comprar aquel desinfectante porque salía caro. Hubo jolgorio general entre los médicos por librarse de la humillante obligación de lavarse las manos. Nada importó la caída del ritmo de defunciones ni su instantáneo incremento posterior.
Poco más tarde, Semmelweis fue despedido y empezó a vagar de ciudad en ciudad. Lo intentó en Budapest, pero le ocurrió lo mismo y ya no tenía fuerzas para volver a pelear. Tenía una buena estimación general pero continuaba obsesionado por tantas muertes de madres jóvenes que seguían registrándose por doquier. Fue entonces cuando comenzó su viraje a la demencia y fue ingresado en un manicomio el 31 de julio de 1865. Por un triste destino, allí murió dos semanas después víctima de una infección del mismo tipo que las que él denunciaba, contraída en la última operación que había practicado.
Años después, tuvieron que reconocer cuánta razón le asistía. Las madres del mundo entero están en deuda con Semmelweis.
Estatua dedicada a Semelweiss en Heidelberg. Fuente: Wikimedia Commons |
¡Muy interesante! Mucho le debemos a este hombre del cual desconocía hasta el nombre. La historia, muchas veces, no honra a quien lo merece.
ResponderEliminarHay que agradecerle mucho a este señor porque sino las embarazadas de hoy en día no tendrían un parto normal como los de ahora sino que sufrirían mucho porque aparte de que pueden morir ellas también lo harían sus acompañantes ``sus hijos´´ y no sabría lo que es coger a su hijo en brazos.
ResponderEliminarHay que agradecer las cosas que hizo este doctor por las parturientas, por que si no hubiera sido por él hubieran fallecido muchas mujeres y niños. Gracias al descubrimiento de esta enfermedad mejoraron las condiciones en las que las mujeres llegan al parto, siendo más fácil que salga todo bien. Por ello han disminuido los problemas que sufren las mujeres durante el parto.
ResponderEliminarHa sido muy interesante saber lo que hizo ese señor, todas las madres están agradecidas. La verdad que no le agradecen tanto como deberían ya que si no hubiera sido por él ahora mismo estaría pasando actualmente lo mismo que en esa época. Habría que agradecerle tanto que no se sabría como, pero ese señor se merece ser reconocido por lo que consiguió.
ResponderEliminarY me gustaría añadir otra persona que influyó también en la sanidad, aunque no sea en lo mismo que hizo ese señor, fue una chica que influyó mucho en la sanidad, se llamaba Florence Nigtingale.
Es una historia bastante conmovedora,ya que él luchó por descubrir la causa de tantas muertes. Hay que estar agradecidos con este hombre,por que si él no hubiera luchado tanto por saber la verdad,tal vez hoy en día seguirían muriendo más mujeres y sus hijos/as con ellas. También se ha disminuido el sufrir o el dolor que hay en los partos de esta época. Definitivamente,todos estamos en deuda con Semmelweis.
ResponderEliminarLo que hizo este hombre por las mujeres me parece muy bien ya que si no fuese por el gran descubrimiento que este buen hombre hizo ( Ignaz Semmelweis) todavía habría muchísimas muertes en los hospitales por culpa de ese gran prestigio que en esa época había por cuanto mas sucio a una intervención mas prestigio para el doctor.
ResponderEliminarIgnz Semmelweis me parece que fue un gran hombre. Ya que luchó por descubrir porque habían tantas muertes de las parturientas. Me parece mal que su jefe sea tan ignorante que llegue a despedirlo de su trabajo.
ResponderEliminarPero todas las madres van a estar agradecidas con el por su gran lucha.
Ignaz Semmelweis merece nuestro agradecimiento. Fue uno de los doctores de nuestras bisabuelas y gracias a el no sigue habiendo actualmente esa infección.
ResponderEliminarLo que hizo Ignaz Semmelweis me parece muy bien que haya descubierto el porque de tantas muertes de madres y gracias a el hoy en día las madres dan un parto normal y no mueren.
ResponderEliminarSemmelweis se merece mas que una estatua este hombre a salvado muchas vidas y el que era su jefe no tenia ni idea si le hubiese hecho caso se habrian salvado mas vidas hoy en día todavía habría que reconocer su gran obra y no fue un final a la altura de este señor que tendría que haber sido conocido como uno de los mejores de su epoca
ResponderEliminarLa verdad me da pena que su jefe no le hiciera caso y que pasara de el, por que moría muchas mujeres y sus hijos y no le importaba. Pero el intento hallar la forma de impedirlo y que hubiera una solución, y eso que intento en varios sitios, aunque se dio por vencido lo intento ,encontró una forma de reducir la muertes, que hay que darle las gracias aunque ya no este aquí , es triste saber que pasen de algo tan serio que se puede salvar vidas. Lo bueno que utilizo el método científico, y pudo saber la causa y el porque y intento encontrar una solución para que no hubiera màs muertes. Es muy interesante el relato y también da a entender que por eso los médicos llevan batas y guantes para que no pasen estas cosas, me gusto mucho la información y es muy interesante.
ResponderEliminarMe parece genial lo que hizo semmelweis, el salvar vidas, se merece un grandisimo premio, un gran hombre.
ResponderEliminarMe parece genial lo que hizo semmelweis, el salvar vidas, se merece un grandisimo premio, un gran hombre.
ResponderEliminarMe parece mal que su jefe no le halla hecho caso, ya que es un hombre que sabe mucho y la verdad que ha salvado muchas vidas. Gracias a el hoy en día los partos son mejores y con menos muertes de madres. Se merece más que una estatua.
ResponderEliminarLa historia es muy interesante.
ResponderEliminarEl descubrimiento de Ignaz Semmelweis me parece genial,ha sido un gran avance en la medicina y gracias a el no mueren tantas mujeres en el parto ni sus hijos.
Me parece muy bien lo que hizo Ignaz Semmelweis, si el no se hubiera esforzado tanto y no hubiera hecho todas esas hipótesis hasta llegar a la Teoría correcta puede que todavía habría un montón de muertes. También me parece muy mal que su jefe le echara de su trabajo después de haber echo tan buen trabajo. Fue un gran hombre.
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