Aún no salgo de mi asombro
viendo las instrucciones que nos envía la Consejería de Educación de Cantabria para evaluar a nuestro
alumnado y continuar el curso. Parecen unas instrucciones como si no estuviera
pasando nada, algún desorden en la educación, pero nada más. No acaban de
enterarse en la Consejería de que lo que pasa es absolutamente ANORMAL, que no
tiene sentido actuar como si no pasara nada, que las familias y nuestro
alumnado (y nosotros) estamos preocupados por muchos otros motivos más
importantes que poner o recibir unas notas. En muchos casos, las familias de
nuestro alumnado lo están pasando realmente mal, como consecuencia de las
situaciones de salud y situaciones laborales debidas al confinamiento en que
estamos, con pocas perspectivas de mejorar en los próximos meses. Por eso, creo
muy acertadas las instrucciones que nos envió la Consejería ayer para atender
las necesidades emocionales de alumnado, familias y profesorado. Pero esto que
nos envían hoy es un contrasentido, en línea totalmente contraria a esas
instrucciones de ayer.
1) En primer lugar, os paso un
resumen que me han enviado de las sugerencias del Ministerio a las
Comunidades Autónomas (recordad que la educación está transferida a las
Comunidades Autónomas) en la Conferencia Sectorial titulado: CRITERIOS
GENERALES PARA EL DESARROLLO DE LA ACTIVIDAD EDUCATIVA Y LA EVALUACIÓN DEL ALUMNADO
(25 de marzo 2020).
En el segundo párrafo de dicho
documento se dice textualmente: “...les sugiero algunos criterios qué podríamos
acordar...:”. El segundo de estos criterios dice textualmente (no olvidemos que
son sugerencias del Ministerio, no directrices): “Las evaluaciones del alumnado
del segundo trimestre, en el caso de aquellos centros en las que no se hubieran
realizado cuando se inició la suspensión de las clases presenciales, deberían
basarse en la tarea realizada en los centros hasta la suspensión de la
actividad presencial”
Además el Ministerio en ese
mismo documento dice textualmente y subrayado, en el punto primero: “El
objetivo último debe ser que ningún estudiante pierda el curso por esta
situación...”.
La aplicación de estos
criterios se ha traducido por “La evaluación de las actividades planteadas y
desarrolladas durante el periodo no presencial, valorando especialmente el
contexto y circunstancias de cada alumno, no debe ir en detrimento de la
calificación obtenida por el alumnado.” Nada de no debe perder el curso ningún
estudiante. Esta Consejería actúa en función de sus criterios, no de los
criterios sugeridos por el Ministerio.
2) La evaluación tiene un
significado dentro del proceso de enseñanza y aprendizaje del alumnado. En
cualquier ámbito educativo, la evaluación es el proceso colaborativo del
conjunto del profesorado, en que se analiza lo que se ha hecho, se compara con
lo programado y se adoptan medidas para mejorar en el siguiente periodo, de
forma contextualizada. Ahora no se puede mejorar nada, la evaluación tiene que
ser continua y formativa y esto ha saltado por los aires.
Desde mi punto de vista, no
tiene sentido hacer ahora una evaluación y dar unos resultados, que en todo
caso no podrán ir más allá de una calificación parcial, de ninguna manera serán
producto de un proceso educativo de evaluación. Además de presentarse
totalmente descontextualizados, porque ¿quién recuerda cómo era todo hace tres
semanas? ¿Cómo vamos a mejorar nada en esta situación? ¿qué tipo de apoyo
podemos dar a nuestro alumnado para recuperar algo?
Las evaluaciones parciales
sólo tienen sentido para informar a las familias, y lo primero que nos ha dicho
la Consejería es que seamos empáticos y cuidemos a nuestro alumnado y sus
familias. ¿En qué va a contribuir un boletín de notas a mejorar la salud
emocional de nuestro alumnado? ¿Cómo van a interpretar esos resultados? ¿Qué
herramientas van a tener para mejorar aprendizajes no adquiridos? Entonces,
¿para qué añadir esa presión en las familias? ¿No sería más oportuno algún tipo
de evaluación cualitativa que informe sobre los progresos y dificultades, asumiendo
que ya no vamos a poder hacer nada?
Hoy mismo me ha llegado un
mensaje de la madre de un alumno: "Buenos días, ayer fue un día muy duro,
tuvo mucha ansiedad y estuvimos todo el día intentando relajarle.....ya llevaba
días agobiado pero ayer ya nos verbalizaba que se siente muy agobiado sin
salir.....vamos a intentar acabar todo lo que tiene pendiente, muchísimas gracias José Ángel". ¿Qué le
aporta a este alumno y a esta madre que yo le diga que hasta el 13 de marzo
tenía un 4? Vamos, yo le voy a decir muy empáticamente a la familia de este
alumno que, aunque estén en paro ahora, con síntomas de coronavirus y con sus
hijos atendidos como pueden, tiene X suspensos y que no se preocupe, que no
vamos a poder hacer nada para ayudarle a recuperar.
3) La labor en el aula es
difícil de sustituir, ni con la mejor tecnología, milagros no se pueden hacer,
y a muchos alumnos no les llega la información por cuestiones técnicas: la
brecha digital es enorme: falta de ordenador, wifi... Hay alumnos que cuentan
con la ayuda que otros no tienen, derivadas de su contexto socieconómico. Estas
ayudas, que perpetúan y amplifican las diferencias de acceso al conocimiento y
las posibilidades de éxito o fracaso educativo en circunstancias normales, se
incrementan de forma exponencial, como la propia pandemia, en los momentos especialmente
adversos que nos ha tocado vivir. Las circunstancias son muy diversas. Avanzar
materia va a suponer dejar descolgado a un número significativo de alumnado que
parte de una situación de desventaja socioeducativa o simplemente con escasas
competencias digitales (hay quien no sabe enviar un correo electrónico, por
ejemplo). Es decir, al alumnado más vulnerable.
Tampoco se dan circunstancias
emocionales: mucho alumnado tiene situaciones que en nada facilitan el trabajo
escolar, como pérdida de empleo de sus padres, hacinamiento en casa con lo que
conlleva de ruido, teletrabajo de sus padres, recursos compartidos entre varios
miembros de la familia (con prioridad, claro está, del trabajo de sus padres,
que es lo que les da de comer)... La situación que se está viviendo hace muy
difícil el poder avanzar, y mucho más hacerlo en condiciones de calidad y
equidad. Y al final, los perjudicados son siempre los mismos.
Lo único que nos dicen estas
instrucciones en este sentido es que en “todo este proceso se ha de tener en
cuenta de manera especial al alumnado con necesidades específicas de apoyo
educativo y a aquel que carezca de entornos socioeconómicos y recursos técnicos
que favorezcan esta nueva dinámica de aprendizaje”. ¿Cómo vamos a hacer esto?
¿Van a llegar tareas por teletransporte? Aun en el caso que se rumorea de que
les pueden dar una tarjeta para conectarse a los alumnos que no tengan
(circunstancia que, de cumplirse, llegará evidentemente tarde) ¿quién les
enseña a utilizar las diferentes plataformas que estamos usando?, cuando haya
tres alumnos en el hogar, ¿se van a dar tres ordenadores? ¿cómo se resuelven
los otros problemas?
El confinamiento va para
largo, habrá que avanzar algo. Pero no podemos ni programarlo, porque no
sabemos a cuántos alumnos vamos a atender ni en qué circunstancias. Y por
supuesto, no se puede evaluar porque hay situaciones muy diversas y sólo
crearíamos más desigualdad entre el alumnado. Además, ¿a quién evalúas? ¿a los
padres o adultos que le han hecho la tarea o le han ayudado? ¿cómo compruebas
quién realiza las tareas o "exámenes"? Evaluar nuevos aprendizajes a
distancia es imposible en esta situación.
4) Todo el profesorado está
haciendo un trabajo titánico para continuar con su tarea educativa en un contexto
adverso, por las múltiples razones que todas y todos conocemos. Estamos
poniendo de nuestra parte mucho más tiempo de lo que dedicaríamos en
condiciones normales, quitándonoslo de nuestra familia, de nuestro tiempo
libre… Para preparar contenidos que hemos tenido que improvisar, para contactar
con nuestro alumnado, para atender individualmente a cada alumno para corregir
cada actividad, para buscar (y aprender en algunos casos) nuevos recursos
online (sabiendo que no llega a todo el mundo). Estamos poniendo nuestros
medios, gastando la energía que pagamos en casa, pagando las llamadas,
utilizando medios que no tenemos la obligación de tener… Y lo estamos haciendo
por nuestro alumnado, en este contexto es cuando se estás viendo verdaderamente
la labor, nunca bien reconocida, de las tutoras y tutores, Estamos trabajando
mucho y lo estamos haciendo bien en la medida de nuestras posibilidades y
nuestros medios.
Con estas instrucciones, se
nos vuelve a “obligar” a contactar con nuestro alumnado y sus familias con
cargo a nuestros medios y nuestros recursos (de tiempo y económicos). Y por muy
empáticos que seamos con las familias, cuando yo le transmita la información a
una familia de que su hijo o hija suspende X materias (insisto que esa
información ahora está totalmente descontextualizada y aporta bien poco al
desarrollo educativo de nuestro alumnado), quien da la cara soy yo, quien va a
ser inoportuno con esas informaciones soy yo, quien tiene que decirle a la
familia que no podemos hacer nada más que decirle que se busque la vida porque
no podemos ayudarle de otra forma soy yo, no la Consejería.
Y todo porque parece que
siempre tenemos que justificar que estamos trabajando, que no somos unos vagos,
que no estamos de vacaciones. Yo no quiero una carta de la Consejera diciendo
que valora mi trabajo, quiero que no me ponga delante de los caballos, que se
atreva a decir a las familias que en esta situación excepcional no podemos
actuar de forma normal, que no va a haber notas este trimestre porque ni son importantes
en el contexto en que están viviendo muchas de las familias ni cumplen con los
requisitos de una evaluación. Si hay que tomar medidas extraordinarias a final
de curso o no, lo veremos en su momento. Pero estas notas nos enfrentan a
familias que una vez más no van a entender que estamos en el mismo barco: el de
sacar lo mejor de sus hijos. Porque con estas instrucciones no estamos en ese
barco.
5) Al final, como
funcionarios, no tenemos más remedio que cumplir las instrucciones. Y yo lo voy
a hacer. Pero os sugiero algunas alternativas a las notas “normales”:
a) En
lugar de entregar un boletín de notas, hacer un sencillo informe de
competencias de cada alumno, cualitativo, destacando las competencias positivas
y proponiendo los puntos que tiene que mejorar. Podemos utilizar los
comentarios de yedra y no las calificaciones numéricas.
b) En
caso de que se nos obligue finalmente a calificar con números, yo voy a poner
un 10 a todos, con un comentario de este tipo: “me obligan desde la Consejería
a ponerte una nota, y te pongo un 10 por estar en casa y tener paciencia en
este confinamiento, por tener empatía ante la situación que estamos viviendo y
aplaudir a las ocho de la tarde, por intentar trabajar en casa con todas las
dificultades que estamos teniendo, por hablar con tu familia y preocuparte por
su bienestar, y por contestar mis correos cuando envío algo. Si algo de esto
aún no lo has hecho, es lo que tienes que mejorar en lo que nos queda de
confinamiento. Tú sabes que la nota de clase sería inferior a esa, pero ahora
no me parece importante. Ya hablaremos de las notas cuando volvamos a vernos”.
También os digo que:
·
no voy a gastar más dinero de mi familia en
teléfono;
·
espero que no se me estropee el ordenador (que
tiene más de 10 años) ni el teléfono (que tiene más de 5), porque no voy a
comprar otro. Si eso ocurre, que me diga la Consejería cómo tengo que actuar;
·
no pienso utilizar ninguna aplicación que sepa
que uno solo de mis alumnos o alumnas no va a poder utilizar, porque al
principio de curso no les proporcionamos nada de eso y la educación hasta los
16 años es obligatoria y gratuita, por tanto no puedo permitir que mi alumnado
reciba diferente educación en función de si tienen más o menos recursos, como
dice la legislación educativa actual[i];
·
voy a restringir mi horario de trabajo a las
horas que se indican en las instrucciones: de 9 a 14 horas, el resto es mi
tiempo libre (salvo sesiones de evaluación o claustros que se consideran
horario no presencial);
·
no voy a poner ninguno de mis medios personales
o familiares a disposición de la Consejería para que no se valore o se haga como
una palmadita en la espalda (no me fío de la mano que no veo en mi espalda).
Sé que algunas de estas cosas
no las voy a cumplir, por mi alumnado, pero no quiero olvidar que no es mi
obligación, que son extras que aporto porque creo que tengo el trabajo más
bonito del mundo cuando me dejan hacerlo en condiciones.
Desde mi punto de vista, la
Consejería no ha tenido altura de miras y esto generará una enorme desigualdad
entre nuestro alumnado y todo avalado por quien tiene que velar justamente por
el cumplimiento de la ley. Vamos un despropósito fuera de lugar y de tiempo.
[i] Ley Orgánica de Educación (texto
consolidado) Artículo 1. Principios. El sistema educativo
español, configurado de acuerdo con los valores de la Constitución y asentado
en el respeto a los derechos y libertades reconocidos en ella, se inspira en
los siguientes principios: a) La calidad de la educación para todo el alumnado,
independientemente de sus condiciones y circunstancias. b) La equidad,
que garantice la igualdad de oportunidades para el pleno desarrollo de la
personalidad a través de la educación, la inclusión educativa, la igualdad de
derechos y oportunidades que ayuden a superar cualquier discriminación y la
accesibilidad universal a la educación, y que actúe como elemento
compensador de las desigualdades personales, culturales, económicas y sociales,
con especial atención a las que se deriven de cualquier tipo de discapacidad.