sábado, 7 de febrero de 2015

El otro Leonardo

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Leonardo Torres Quevedo, inventor, científico y tecnólogo, ingeniero de Caminos, precursor de la Automática y de la Informática, es un ejemplo de dedicación a la investigación, a la ciencia y la cultura en España. Publica sus mejores trabajos cuando tiene ya más de 50 años de edad. Y pasa casi desapercibido en su tierra, donde apenas es conocido por la población en general.






Estatua a Torres Quevedo en Iguña.
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Leonardo Torres Quevedo, caracterizado por Maurice D'Ocagne (Presidente de la Sociedad Matemática Francesa) como "el más prodigioso inventor de su tiempo", ocupa un lugar de excepcional relieve en la historia universal de la Ciencia y de la Técnica.
Nació en Santa Cruz de Iguña (Molledo), Cantabria, el 28 de diciembre de 1852. Ese mismo año nacía también una de las figuras científicas de talla internacional de nuestra Edad Contemporánea: Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina en 1906 (más sobre Ramón y Cajal).
Pasa la mayor parte de su infancia en Bilbao donde inicia su formación académica. Completa su formación en Paris y Madrid, en la Escuela del Cuerpo de Ingenieros de Caminos de Madrid, finalizando sus estudios en 1876. Tras esto, comienza a trabajar como ingeniero dedicado a trabajos ferroviarios. Sin embargo, y gracias a una herencia recibida, renuncia a ingresar en el Cuerpo para dedicarse a "pensar en sus cosas", estudiando y viajando por Europa (especialmente Francia y Suiza), con una residencia que se reparte entre Madrid, Bilbao, París... y el Valle de Iguña, donde se casa con Luz Polanco Navarro el 16 de abril de 1885.
Desde su residencia en Cantabria comienza la fabricación de diferentes ingenios que le llevarán a ser conocido mundialmente, no sin tener que superar algunos fracasos, algunas burlas y algunas envidias.
Su primera aportación es el transbordador que, usando unos contrapesos, mantiene siempre constante en el aire al funicular. Aunque en ese momento no fue valorado adecuadamente por sus colegas, años después sería instalado en las cataratas del Niágara, donde hoy en día sigue funcionando. El transbordador del Niágara se inauguraría el 9 de agosto de 1916, constituyéndose para su explotación en Canadá (hasta 1960) una empresa con capital vasco: The Niagara Spanish Aerocar Company. Una placa conmemorativa existe en el lugar.

Sus aportaciones son numerosas y, por desgracia, desconocidas para la gran mayoría de sus paisanos:
  • patenta un sistema de dirigibles autorrígidos (1902-1906) estableciendo los fundamentos para la aerostación dirigida hasta el presente; estos dirigibles tuvieron un gran desarrollo y participación durante la Gran Guerra de 1914-1918, siendo adquiridos por los aliados (Francia, Gran Bretaña, Estados Unidosy Rusia) para la vigilancia de costas, lucha contra los submarinos alemanes y escolta de barcos;

  • inventa el primer aparato de mando a distancia, el telekino (1902), que permitía enviar órdenes a distancia mediante el uso de ondas hertzianas; el 6 de septiembre de 1906, en presencia del rey Alfonso XIII y ante una gran multitud, hace una demostración del telekino en el puerto de Bilbao, maniobrando un bote a distancia, aunque su intención era aplicar el telekino para la industria militar, en proyectiles y torpedos, proyecto fracasado por falta de financiación;

  • construye el primer funicular aéreo para pasajeros del mundo, el transbordador del Monte Ulía (1907);  resolviendo el problema de la seguridad mediante un ingenioso sistema múltiple de cables-soporte, liberando los anclajes de un extremo que sustituye por contrapesos.La ejecución del proyecto corrió a cargo de la Sociedad de Estudios y Obras de Ingeniería de Bilbao, que construyó con éxito otros transbordadores en Chamonix, Río de Janeiro, etc.;

  • y se adelanta en varias décadas a los pioneros de la Informática del siglo XX, con sus ajedrecistas (1914, 1922), considerado el primer videojuego de la historia, y su aritmómetro electromecánico (1920), el primer ordenador en sentido actual de la historia. Las máquinas analógicas de cálculo buscan la solución de ecuaciones matemáticas mediante su traslado a fenómenos físicos. Los números se representan por magnitudes físicas, que pueden ser rotaciones de determinados ejes, potenciales, estados eléctricos o electromagnéticos. Desde el punto de vista práctico, muestra que es preciso emplear mecanismos sin fin, tales como discos giratorios, para que las variaciones de las variables sean ilimitadas en ambos sentidos.
aritmómetro de Torres Quevedo,
precursor de las calculadoras actuales
Ajedrez









Algunas muestras del prestigio que tuvo en su época Torres Quevedo son:
  • la imposición en 1916 de la Medalla Echegaray por el rey Alfonso XIII
  • la propuesta en 1918 para el cargo de ministro de Fomento, que rechaza; 
  • el  ingreso en la Real Academia Española en 1920, en el sillón que había ocupado Pérez Galdós, 
  • miembro de la sección de Mecánica de la Academia de Ciencias de París en el mismo año 1920.
En 1922, la Sorbona le nombra Doctor Honoris Causa. Es tal su prestigio en Francia, que en junio de 1927 la Academia de Ciencias de París le elige como uno de los doce miembros "Asociados Extranjeros" con 36 sufragios. Sus rivales obtienen escasos apoyos: Ernest Rutherford, 4 votos; Ramón y Cajal, 2 votos.

Murió en Madrid, durante el sitio de 1936 en plena Guerra Civil, el día 18 de diciembre de 1936.

Durante muchos años ha sido un personaje casi desconocido en Cantabria y en el resto de España. No obstante, numerosos edificios y organismos llevan en la actualidad su nombre, como la Fundación Torres Quevedo de la Universidad de Cantabria, el IES Leonardo Torres Quevedo de Santander, el CEIP Leonardo Torres Quevedo en la Serna (Cantabria), el Museo Torres Quevedo en la Universidad Politécnica de Madrid, y numerosas calles en diferentes ciudades españolas. 
En los últimos años se está recuperando el gran papel del ingeniero y matemático español, e incluso Google se acordó de él.



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